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EL GRAN CAMBIO

A grande virada, die grosse Wandlung, the great turning… Donde quiera que voy, en cada grupo con el que trabajo, el Gran Cambio se vuelve más gratificante como un marco conceptual; es un nombre para la transición desde la sociedad industrial del crecimiento a una sociedad pro-vida. Identifica el desplazamiento desde una política económica auto-destructiva a una en armonía con la Tierra y perdurable para el futuro. Unifica e incluye todas las acciones que se están llevando a cabo para honrar y preservar la vida sobre la Tierra. Es la aventura esencial de nuestro tiempo.

Por supuesto la mayor parte de la gente involucrada en esta aventura no lo llama el Gran Cambio. No necesitan darle este nombre para luchar por la supervivencia y modelar las formas de un futuro sano y decente. Sin embargo, más y más de nosotros estamos encontrando a este concepto maravillosamente útil. Para mí como maestra, activista y madre, el Gran Cambio me ayuda a ver lo que el ojo físico no puede: las fuerzas más amplias en juego y la dirección que están tomando. Al mismo tiempo amplía mi percepción de las formas actuales, reales y concretas en las cuales la gente se está comprometiendo en este cambio global. En otras palabras, me sirve al mismo tiempo como compás y como lupa.

El gran cuadro

De las incontables cuestiones sociales y ambientales que compiten por nuestra atención, podemos seleccionar causas aisladas y pelear por ellas con devoción y coraje. Pero las fuerzas que confrontamos parecen tan grandes y el tiempo tan corto, que es fácil temer que nuestros esfuerzos sean demasiado dispersos como para lograr alguna consecuencia real. Y tendemos a caer en el mismo pensamiento a corto plazo que ha atrapado a nuestra política económica.

El Gran Cambio nos invita a abrir nuestros ojos fuera del estrecho armario del pensamiento de corto plazo y observar el panorama histórico más amplio. Qué diferente resulta ver a nuestros esfuerzos como parte de una aventura más vasta, de un cambio de la marea en proporción a la crisis que enfrentamos. Lo que está en camino, como muchos han observado, es una revolución que es comparable en magnitud a la revolución agrícola del último neolítico y a la revolución industrial de los últimos dos siglos. A medida que la sociedad de crecimiento industrial se sale fuera de control, se acerca la tercera revolución, la cual recién ahora estamos bautizando con nombres como revolución ecológica o sustentable, o Gran Cambio. Mientras que las dos primeras revoluciones, como reflexiona el antiguo administrador de la EPA William Ruckelshaus, fueron graduales, espontáneas, y en gran parte inconscientes, esta tercera deberá ser una operación completamente consciente. Si logramos hacerla, la empresa será absolutamente única en la estadía de la humanidad sobre la tierra.

Como brújula, el Gran Cambio nos ayuda a ver la dirección en la cual nuestra política económica nos está llevando. Ya que la sociedad de crecimiento industrial se basa en un imperativo imposible, el incremento sin límite de las ganancias corporativas, esta dirección nos lleva al colapso. Ningún sistema puede tolerar la pretensión de maximizar una única variable. Nuestro sistema ya está sobrepasado, consumiendo recursos más allá de la capacidad de la Tierra para renovarlas, y produciendo basura más allá de su capacidad para absorberla. Las pérdidas inflingidas sobre la biosfera afectan ahora cada sistema esencial de la vida, y agota drásticamente la diversidad requerida por las formas de vida complejas. Aún así, la vida es un proceso dinámico, autoorganizado, que se adapta y evoluciona.

La escena en el terreno

Esta tercera revolución de nuestra aventura humana no sólo es una posibilidad; es un fenómeno presente y múltiple, que se está llevando a cabo. El Gran Cambio es como una lupa a través de la cual podemos percibir la extensión en la que está sucediendo. Esta lupa es crucial porque revela desarrollos que son ignorados o distorsionados por los medios controlados por las corporaciones. En palabras de Gil Scott-Heron, “la revolución no será televisada.” Es casi imposible que les interese a las industrias multimillonarias, o al gobierno que les sirve, que nosotros conozcamos las formas en las que están siendo desafiados y suplantados por iniciativas de base.

Estas iniciativas están brotando de todos lados, como verdes retoños a través de los escombros de una civilización disfuncional. La lupa del Gran Cambio revela que iniciativas tan diferentes en carácter como una granja de viento, un juicio contra un fraude electoral, y una flotilla de kayaks protegiendo los mamíferos marinos, son todos fragmentos de una transición histórica. Es importante revisar las tres dimensiones de esta transición porque esto hace más fácil ver el Gran Cambio en acción y reconocernos parte de él. Aunque las presentamos como la primera, la segunda y la tercera, no se deben tomar de manera secuencial ni ser priorizadas por importancia. Ellas se elevan de forma sinérgica y se refuerzan mutuamente.

La primera dimensión incluye todos los esfuerzos que se están llevando a cabo para demorar la destrucción que está siendo forjada por la sociedad de crecimiento industrial. Estos esfuerzos incluyen: el peticionar por la protección de especies, los comedores públicos para familias sin hogar, la desobediencia civil en contra de fabricantes de armamentos, contaminadores, agentes de deforestación, y otros depredadores. Aunque a menudo descorazonador, incluso peligroso, el trabajo en esta dimensión compra tiempo, salvando algunas vidas, algunos ecosistemas, algunas especies, y parte del banco genético para futuras civilizaciones; es una parte necesaria del Gran Cambio. Pero aún si todas las batallas libradas en esta dimensión fuesen ganadas, con esto no sería suficiente. Una sociedad sustentadora de la vida requiere nuevas formas y estructuras.

El surgimiento de estas nuevas formas constituye la segunda dimensión. Aquí vemos la emergencia de alternativas sustentables, desde paneles solares a mercados deagricultores, desde cooperativas agrícolas a co-viviendas, permacultura, y monedas locales. En ninguna época de nuestra historia habían aparecido tantas nuevas formas de hacer las cosas, en tan poco tiempo. Muchas de ellas –tal como en la medicina, la zootécnica, y el control de plagas- reclaman viejas prácticas tradicionales. Aún así, tan prometedoras como son, estas formas y estructuras no pueden sobrevivir sin valores profundamente enraizados para nutrirlos. Para proliferar y resistir ellos deben reflejar lo que somos y quiénes somos realmente. Requieren, en otras palabras, un cambio profundo en nuestra percepción de la realidad.

Ésta es la tercera dimensión del Gran Cambio: un desplazamiento de la conciencia. Al mismo tiempo personal y colectivo, cognitivo y espiritual, este desplazamiento nos llega a través de muchas avenidas. Se pone en marcha por las nuevas ciencias y está inspirada por antiguas tradiciones. También surge como un sentimiento de pesar por nuestro mundo. Irreducible a una patología personal, este pesar echa por tierra las viejas nociones del antiguo paradigma de un ser aislado y competitivo. Revela en cambio nuestra mutua pertenencia al tejido de la vida.

Ahora, en nuestro tiempo, estas tres corrientes –la angustia por nuestro mundo, los avances científicos, y las enseñanzas ancestrales- fluyen juntos. De la confluencia de estos ríos nosotros bebemos y despertamos a lo que alguna vez supimos: que vivimos en una Tierra viviente, fuente de todo lo que somos y sabemos. A pesar de siglos de condicionamiento mecanicista, deseamos bautizar a este mundo, una vez más, como sagrado.

Ya sea que provengan a través de la teoría Gaia, la teoría de sistemas, la teoría del caos, o a través de la teología de la liberación, prácticas chamánicas, o la Diosa, tales entendimientos y experiencias son absolutamente necesarios para liberarnos de la trampa de la sociedad de crecimiento industrial. Nos ofrecen objetivos más nobles y placeres más profundos. Ellos redefinen nuestra riqueza y nuestra valía, liberándonos de la compulsión por consumir y controlar.

Tan abundante es la cosecha que cuando afirmamos estas nuevas comprensiones queda poco espacio para el pánico o la autocompasión. En cambio surge la gratitud de estar vivos en este momento, cuando a pesar de toda la oscuridad que se acerca, abundan las bendiciones. Nos ayudan a permanecer alertas y preparados, para que podamos unir nuestras manos y encontrar formas de que nuestro mundo se sane a sí mismo, y para ver el presente caos como un semillero para el futuro.

Fuente: Yes Magazine

Autor: Joanna Macy

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